Nota de opinión de mi autoría publicada en Página 12 el 8 de Marzo de 2011.
Los consumidores tenemos un poder muy importante, pero no lo utilizamos. Fundamentalmente, porque este poder está fraccionado, fragmentado, atomizado, y el ejercicio de acciones conjuntas por el colectivo de consumidores es de muy difícil coordinación. Por supuesto, estamos hablando del poder de compra. Es un poder que cobra mayor importancia en la medida en que la misma conducta se repite por miles.
Los empresarios conocen nuestro poder y quieren que lo ejerzamos a favor de los productos que ellos nos ofrecen. Quieren que gastemos nuestro dinero a través de ellos, comprando sus productos, comprando en sus puestos de venta o requiriendo sus servicios. Quieren que compremos productos que no necesitamos y tratan de imponerlos a través de la publicidad.
Todo lo que signifique quitarle capacidad de decisión al usuario y consumidor es visto con agrado por los empresarios; prefieren que sus empresas sean monopólicas u oligopólicas, prefieren que sus usuarios sean clientes cautivos, prefieren no tener competencia, prefieren la fidelización, prefieren imponer marcas que nos cieguen en nuestra actitud de búsqueda de otras marcas de la competencia.
Tomemos conciencia. Los empresarios buscan cautivarnos para recrear en nosotros el deseo del producto o del servicio que publicitan, poco les importa si recibimos la información que como consumidores y usuarios necesitamos. Cuando hablamos de consumo sustentable o sostenible, la mayoría de las veces pensamos sólo en la sustentabilidad medioambiental. Poco se piensa y se habla de la sustentabilidad socioeconómica. Es que cada vez que gastamos nuestro dinero en tal o cual producto, estamos sosteniendo un sistema socioeconómico en medio de cuyo entramado se encuentra la empresa que beneficiamos con nuestra elección.
El consumo socioeconómicamente sustentable es aquel que nos permite satisfacer nuestras necesidades actuales, apoyando o fomentando mayor competencia en el mercado, o aquel que genera puestos de trabajo y desarrollo en nuestro ámbito nacional o local. Si como dicen algunos “el sistema económico vigente es un sistema de premios y castigos”, reflexionemos. Cada vez que compramos un producto premiamos a alguien y castigamos a la competencia. ¿Premiaremos a empresas que producen mediante el trabajo esclavo? ¿Premiaremos a empresas cada vez más concentradas frente a pymes? ¿O premiaremos a empresas extranjeras que no pagan impuestos ni contratan trabajadores en nuestro país?
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