lunes, 21 de julio de 2008

SE PUEDE SER RELIGIOSO Y PROGRESISTA

La presente nota fue publicada por el diario La Nación el 16 de Julio de 2008. Es un reportaje a Iván Petrella, teólogo argentino que enseña en EE.UU. y que se confiesa agnóstico, quien sostiene que la historia muestra que la religión puede ser impulsora del cambio

"Es un error asociar el cristianismo con la derecha", dice Iván Petrella

"Si hay algo que necesitamos en la Argentina es una renovación, y si el camino para lograrla viene del lado de las iglesias y de las religiones, bienvenido sea. No hay que cerrar puertas, sino tender puentes. A mí no me parece mal que, sobre todo en América latina, los religiosos participen en política, porque la historia ha demostrado que muchas veces la religión sirve de base para impulsar movimientos de cambio. Se puede ser religioso y, al mismo tiempo, progresista", dice Iván Petrella, quien, con un posgrado en Teología y un doctorado en Harvard sobre Religión, es una de las figuras destacadas de la nueva camada de teólogos latinoamericanos.
Con varios libros publicados sobre la teología de la liberación (la corriente progresista del cristianismo, que es su especialidad), este académico argentino, que actualmente vive y enseña en los Estados Unidos, está en su año sabático. Esto significa que le pagan por pensar: el sueño perfecto de todo intelectual.
A los 39 años, este teólogo, que enseña filosofía y teología en la Universidad de Miami, ve como una "simplificación errónea" la visión que asocia lo progresista con lo secular. "Me parece un grave error que el progresismo político y los intelectuales desdeñen la religión, porque este mundo es cada vez más religioso. No comprender esto, es separarse de las bases que llevarán a cabo el proyecto que estos políticos e intelectuales buscan", afirma.
Petrella, que, paradójicamente, se define agnóstico, está embarcado en un proyecto tan ambicioso como original: organizar un equipo que actúe como tanque de ideas para el candidato presidencial demócrata. La sede estará, naturalmente, en Nueva York.
Hijo del ex vicecanciller Fernando Petrella, Iván Petrella estudió filosofía en la Escuela del Servicio Exterior de la Universidad de Georgetown, donde vivió con su familia. Dice: "Para entender el mundo actual, hay que volver a la teología, aunque parezca una disciplina perimida".
-¿Por qué piensa que las claves del mundo actual están en la teología, y no en la política o en la economía?
-En principio, hay que entender que la separación entre religión y política es artificial. La religión es intrínsecamente política. Si uno busca el ideal del reino de Dios, ve que se trata de la equidad social, de la salud, de temas con enorme contenido social. De la teología se desprende la ética, que es un modo de actuar en el mundo público, en el que se juegan valores. La teología es más importante que la filosofía porque caminando por la calle es difícil que te encuentres con un hegeliano o un kantiano, pero es muy probable que te encuentres con un musulmán. Y eso es lo que hay que saber hoy, en un mundo en el que China e India emergen como grandes potencias. Son dos países con culturas que se rigen por las pautas que marcan sus religiones.
-El gobierno kirchnerista y la Iglesia Católica han tenido en estos años una relación complicada. La actual presidenta y su antecesor suelen enojarse por los señalamientos de los obispos, que ven como cuestionamientos con trasfondo político.
-Sí, y los tienen... ¿y por qué no debería ser así? Me parece perfecto y necesario. Toda voz independiente suma. Y aclaro que soy agnóstico. Estoy opinando como analista, no como creyente, porque no lo soy.
-Pero usted debe saber que los intelectuales y el progresismo político argentino creen que la religión metida en política es propia de un pensamiento conservador, o de derecha.
-En principio, es un error asociar el cristianismo con la derecha. Un ejemplo de eso es la teología de la liberación en América latina. Es una simplificación errónea creer que para ser progresista hay que ser secular. No sólo se puede ser religioso y progresista, sino que hoy en día necesitamos más religiosos progresistas. Es una tarea política clave y urgente de nuestro tiempo. Ahora, por ejemplo, tenemos el caso, en Paraguay, de Lugo, un obispo que viene de la teología de la liberación.
-Muchos ven estos fenómenos como un retroceso institucional.
-Para mí es al revés: son tremendamente sanos. A la vez, me parece igualmente importante y sano que la Argentina mantenga su tradición laica, entendida como la separación de la Iglesia y el Estado. Pero si hay algo que necesitamos en nuestro país es una renovación política. La clase política en la Argentina nunca se remueva. Son siempre los mismos. Si el oxígeno viene del lado de los católicos, judíos o musulmanes, me parece que tiene que ser bienvenido. Lo que es progresista es tender puentes, no cerrar caminos, porque se pueden perder aliados importantes.
-¿Desdeñar la religión puede ser contraproducente para hacer política?
-Sí, porque el ser humano es un animal religioso. Si los políticos pretenden estar ligados a los deseos e intereses de la población, deberían comprender que, muchas veces, sus necesidades y deseos se expresan de manera religiosa y sólo después se traducen en términos políticos. No se puede dejar de lado la influencia que tiene la religión en la política. Si vas a las zonas más precarias del conurbano, siempre te vas cruzar con una capilla católica o un templo evangélico.
-Quizás a algunos políticos e intelectuales les pasa como a los padres que se disgustan con el camino que eligen sus hijos porque, según ellos, no es el mejor...
-Puede ser, pero se trata de un error de interpretación. La religión es ambigua. Esto significa que puede usarse para el bien y para el mal. Puede ser un factor políticamente progresista y también puede ser la base para la intolerancia o el fanatismo. Tus acciones, positivas o negativas, dependerán de la visión teológica que tengas del mundo. Para los sectores fanáticos del islam, por ejemplo, el 11 de Septiembre fue positivo, porque lo que ocurrió entonces está en la ética de su visión teológica del mundo. De ahí que, para mí, los conflictos actuales hay que verlos como un choque de teologías, antes que como un choque de civilizaciones.
-¿Cómo se expresa ese choque?
-Los Estados Unidos creen que por un lado está Occidente y por otro, lo que ellos llaman el eje del mal, el islam, el otro. Pero lo que en realidad sucede es que el combate se da en el interior del islam y del cristianismo, entre los sectores fanáticos y los progresistas liberales. Y es esta lucha en el interior de las religiones, este choque de teologías, el que, se expresa en el nivel global, como lo hizo en el atentado contra las Torres.
-¿En el fondo, Ben Laden y Bush comparten la misma forma de ver el conflicto, con la sola diferencia de que para cada uno el mal es el otro?
-Sí. Bush y Ben Laden, en el fondo, están de acuerdo, lo cual es muy peligroso, porque refuerza la posición fanática como norma para entender la política exterior. En el islam, hay discusiones. En Estados Unidos, hay una lucha por definir qué es el cristianismo, que hasta ahora ha sido dominado por la derecha, como resultado de una estrategia cuidadosamente preparada. Es la derecha de Bush y de los sectores evangélicos que lo rodean. Esta lucha también se expresa de manera global.
-Usted piensa en un think tank religioso, político y progresista. ¿Van a elaborar el discurso de "la otra teología"?
-Sí, ésa es la idea. Se trata de una de las tareas políticas, pero también espirituales, de nuestro tiempo: desarrollar una manera de ser y un discurso religioso, político y progresista de nivel internacional. El tema del islam es urgente. Se trata de desarrollar, por ejemplo, una manera de ser musulmán, no sólo moderado, porque de esos hay muchos, sino también progresista y liberal en lo religioso, que pueda oponerse al fanatismo musulmán. Con el cristianismo, otro tanto. Después de la debacle de Kerry, cuando supuestamente los demócratas tenían todo para ganar, quedó comprobado que perdieron porque no pudieron lograr el voto religioso, el voto de valores, que fue todo para Bush. Entonces, Obama, Hillary Clinton, Edwards, todos los demócratas, han contratado asesores religiosos para ayudar al partido a captar el voto religioso. El problema es que para llegar al voto religioso lo único que tenés es un discurso conservador. Falta elaborar uno progresista, y en eso estamos, promoviendo un diálogo entre teólogos de esa corriente y jóvenes demócratas.
-Usted dice que no tiene fe. ¿Cómo se entiende, entonces, su curiosidad por algo de lo que carece?
-Es que lo mío no es curiosidad por la fe: es curiosidad por cómo tratamos de vivir en el mundo.
Por Laura Di Marco Para LA NACION

¿PACTO SOCIAL CON LA SOLA PARTICIPCION DE EMPRESARIOS Y TRABAJADORES?

Cuando hablamos de Pacto Social, entiendo que se trata de un evento dinámico, el que no se encuentra limitado a la participación de sindicalistas y empresarios, sólo destinado a mantener dentro de determinados parámetros manejables para los empleadores la cuestión salarial. Del mismo deberían participar amplios sectores de la sociedad.

Concibo el pacto social como un entretejido social, como una red en cuyo entramado participan diversos actores que -buscando el bien común- van renunciando en parte a sus pretensiones individuales e intereses de sector. Aún más, podríamos decir que -a veces- no es necesario renunciar a algunas de las pretensiones sectoriales, porque los intereses no son contrapuestos, sino que pueden darle satisfacción a los intereses de diversos sectores realizando determinadas acciones conjuntas.

Este tipo de participación, se enfrenta a algunas pautas culturales muy fuertes, las que podemos sintetizar en parte con las siguientes frases “siempre hay un culpable” (que por supuesto es el otro) y “la solución de todo conflicto es que uno gana y otro pierde” (más allá del aire nuevo que ha traído a nuestras prácticas la tendencia hacia la mediación y todas las formas alternativas de resolución de conflictos).

PARTICIPACION DE CONSUMIDORES Y USUARIOS.

Aisladamente se nos ha llamado -a los usuarios y consumidores- a reflexionar sobre el valor del “poder de compra” y a ejercer dicho poder. Se nos ha llamado a limitar las compras a realizar, a través de un boicot. En nuestro pasado reciente tenemos varios ejemplos que podemos mencionar. Entre ellos el boicot a Shell, al tomate y a la papa.

También hemos recibido llamados esporádicos a no consumir cierta clase de productos. Hace unos años diversas asociaciones de defensa de DDHH nos solicitaron no comprar calzado y productos textiles de marcas que utilizaban trabajo de niños en el sudeste asiático. Por razones medioambientales, también se nos pide no consumir atún y otros pescados envasados en latas, que se capturen sin tomar medidas de protección a favor de los delfines.

Pareciera que los usuarios y consumidores no fuéramos muy conscientes del poder de compra, del poder que poseemos. Contrariamente a ello, las empresas son muy conscientes. Todos los días las mismas nos llaman a usar de nuestro poder de compra a su favor. Día a día tratan de cautivarnos, día a día tratan de renovar en nosotros el deseo de consumir. Las empresas buscan que el ejercicio del poder de compra sea irreflexivo. Por ello buscan que haya mucha publicidad pero poca información. El consumidor busca racionalizar su compra e incluir factores reflexivos mientras que las empresas buscan cautivar al consumidor, casi hacerlo un consumidor compulsivo.


¿QUE LUGARES OCUPAMOS LOS CONSUMIDORES EN EL PACTO SOCIAL? UNA PROPUESTA DE PARTICIPACION.

Los consumidores y usuarios, dejando de lado esta actuación pendular, bamboleándonos desde el extremo de la compra totalmente irreflexiva al boicot; deberíamos explorar alternativas intermedias sostenibles en el tiempo. Para ello deberíamos identificar qué sectores podrían actuar como nuestros aliados.

El monopolio y la concentración de los mercados son enemigos directos de los consumidores y usuarios. Las victimas de ellos somos los usuarios y consumidores, pero también los pequeños productores, quienes podrían ser nuestros primeros aliados.

¿Seria muy utópico pensar que -con la indispensable participación del Estado- los consumidores identificáramos productos con cadenas productivas sanas y equilibradas y los prefiriéramos en nuestras compras?

También podríamos identificar como nuestros aliados a los grandes sectores de trabajadores. Pensando en la necesidad de edificar una sociedad donde se privilegie el trabajo –frente a algunos que proclaman la venida de la sociedad sin trabajo- ¿No podríamos acaso beneficiar con nuestras compras a los productos que contuvieran un alto valor agregado perteneciente a mano de obra? Y en este caso ¿podríamos privilegiar a los que contengan mano de obra nacional? O acaso, ¿No deberíamos dejar de comprar las marcas de prendas de vestir que utilizan mano de obra esclava, como reiteradamente han denunciado la Defensoría del Pueblo de la Ciudad de Buenos Aires y diversas ONGs?

Todo esto como actitudes permanentes y no sólo espasmódicas. Estas son cuestiones que deberíamos comenzar a explorar.

(La presente nota fue publicada por la revista "Resiliencia" en el mes de Juli0/08)